viernes, 9 de marzo de 2012

La carta mortifera

Entre cuantas cartas me llegaron aquel día, había una que no quise abrir,
Así se quedo.


Hasta que un día, justo como el dicho dice.La curiosidad mato al gato y justo eso fue
como que paso, en aquella carta ponían unas palabras horribles que me hicieron recapacitar  a quien podría haberle echo yo tanto dolor y sufrimiento para que se
molestara en escribirme esto:

                             Soy alguien muy cercano atí,
                             Pero no tengo tu misma sangre,
                             Te he visto numerosas veces,
                             Y el echo de verte, me daba asco,
                             Angustia y ganas de suicidarme,
                             Quisiera que te aplastaran el cráneo,
                             Y asin no volver a verte.

      Le di la vuelta a la carta, y ponía lo siguiente:
Querría verte en el parque al que íbamos de pequeños el veinte uno de marzo a las cinco y media.

Al mirar el calendario, vi que era justo ese día, el día que tu tanto esperabas.Por las ganas de saber a quien podría haberle causado yo tanto sufrimiento cojí mi abrigo, un paraguas ya que llovía muy fuerte, las llaves y me dirigí hasta allí.


Entre al parque y no vi a nadie, únicamente a una persona encapuchada debajo de un árbol, Sin  pensármelo dos veces me dirigí hasta el con la carta en la mano.

Fui avanzando poco a poco y justo cuando estaba detrás suya se puso a llorar descontroladamente y de un momento a otro se giro y entre llantos me dijo algo como...

                    Cuanto tiempo sin verte,
                    Tengo ganas de matarte,
                    Y asin no volver a verte!

Me abrazo fuertemente, tan fuerte como si de esta se tratara la ultima vez que me fuera a ver.

Yo estaba tan asustada que no pude hacer nada, no  me pude fijar en su rostro, ni siquiera tuve fuerzas para preguntarle su nombre ya que de un momento a otro me quedaría sin fuerzas.

vi. que sacaste algo largo y brillante del bolsillo, y me lo fuiste acercando poco a poco como si de un chuchillo se tratara y me lo hincaste de un solo movimiento en el pecho, me  caí al suelo dejando un charco de sangre a mi alrededor y echaste a correr, pero hubo un momento en el que te giraste y tu rostro conseguí ver.